José A Ramírez Lozano
VIDAS QUE NO FUERON
Hay vidas que no fueron vividas a su tiempo
y han dejado un vacío sin vivir
que tiene su tamaño entre los
vivos,
que delata su ausencia.
Ese fiscal sin plaza que frecuenta de noche
la subasta de las estilográficas
y se olvida del nombre cuando puja,
porque no tiene nombre, porque no
tiene más
que el hueso de una sílaba,
y un carrete en que ovilla el perfil de su
talla.
O ese afilador que toma el tren en Cangas
con un billete numerado cuyo
asiento no existe,
porque no hay tren en Cangas
ni cementerio en Sila, a donde va
cada noche a poner una glicinia
en la piedra sin nombre del hijo
que no tuvo.
O esa monja del sueño
que pronuncia su nombre en mitad de
la salve
para ser en la música
y el coro lo descubre sobre la partitura
como una nota vana de silencio,
ese cerco de ausencia y humedad
que precede al suspiro, al tacto de
la carne.
Hay vidas que no fueron vividas y
de noche
toman cuerpo en las sombras y
frecuentan
las vidas que los hombres descuidan
cuando duermen.
Besan entonces con sus labios,
calzan sus mismos pies, muelen
café, vomitan.
Y si acaso en la noche un hombre
tose,
se desvela y orina,
ellas
salen huyendo de su propio extravío
para arrojarse, ciegas,
en ese mar de
fiebre, espejo de la nada.
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