El infante Toletano,
como era tierno de piel
y dulce como la miel,
no soportaba el verano.
Siempre a la sombra sudando
por más que siete moriscos
cada cual con su abanico
sudaran abanicándolo.
Tanto sudó que de tanto
sudar el pobre acabó
sus días hecho un charquito,
derretido del calor.
Los reyes, desconsolados,
lo enterraron en un frasco
de perfume de Dior.
De Los visigordos. 2000.