DON SISENANDO CUENDA
Debajo del olivar
hay un muerto miserere
que no quiere
que lo levanten jamás.
Don Sisenando, el difunto,
daba clases de latín
cuando estaba en este mundo
y ahora que ya no está
y ahora que ya no está
hace raíces cuadradas
y se quiebra la cabeza
con ellas para olvidar.
Saliva de verde oliva,
musgo de su faltriquera,
se asusta si escucha gente
pasar por la carretera.
-A mí dejadme a la sombra
de esta oliva, camaradas.
Tengo una muela picada
y ya no puedo pagar
más que con plomo y el plomo
nadie lo vuelve a acuñar
siendo como ha sido el precio
maldito de cada bala.
Don Sisenando entretiene
su eternidad con los trenes
tan terribles del crepúsculo
y bajo las barbecheras
pasa las noches enteras
pastoreando el molusco
negro de su calavera.
-Yo no quiero
ese cáliz de alpechín
que un ángel aceitunero
cada veinte de febrero
baja a traerme. No. A mí
dadme el olvido, esa patria
sin himnos ya ni banderas
en donde la primavera
no me vuelva a sonreír.
Don Sisenando no quiere
ni responsos ni laureles.
Que la bala fratricida,
aquella que lo mató,
se la cambió a las hormigas
por un granito de arroz.
De Vaca de España. 2014
De Vaca de España. 2014