
El dueño de la imagen, sin duda. Nadie como Santos Domínguez ha sido capaz de construir un poema casi galáctico con ellas. Tan onírico y, a la vez, reflexivo y profundo; nada de chiribitas metafóricas. Santos quiebra sólo la sintaxis de lo semántico para alucinarnos. Y todo sin descarrío, orquestado en una sinfonía métrica que ambiciona lo cósmico y deja en el oído el regusto de una emoción.
Muchas gracias, José Antonio.
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