Esta pistola ignora
su oscura condición
y finge el fulgor puro,
sagrado de la plata.
Ni el uso ni la ley.
Tampoco la codicia.
La Muerte es quien la bruñe.
Ella hubiera podido
ser anillo o moneda
pero no conoció
-huérfano acero- otro
calor que el de la mano
cuatrera que la empuña.
Y cumple y obedece,
ajena a la virtud
celeste del caballo.
De Razón de la impostura. 2003
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