MODO SUBJUNTIVO
En mis tiempos de Enciclopedia
Álvarez, aquello de los accidentes del verbo tenía para mí el misterio
mismo del dogma de la Trinidad o de ese otro de la Transubtanciación, tan de
antropófagos. Y más que nada el modo verbal. Porque lo de singular y plural,
claro; lo de futuro y pasado, claro también, pero vaya usted a saber lo que
quería decir aquello de modo subjuntivo.
Luego, con el Preu, advertí que
los modos verbales encerraban toda una perspectiva, un espectro de la conducta
social y que abundando en él podía dar para una clase de ética. El modo
subjuntivo expresa deseos, posibilidades, es el modo de la cortesía. El
hablante ve los hechos como ficción. O sea, que un hombre sin subjuntivo es un
hombre sin educación ni fantasía, un hombre sin imaginación.
Los modos, los buenos modos que
mi abuela decía, se han ido luego reduciendo a tres con los años. Mi infancia
debió ser rica en modos verbales, porque, según la Enciclopedia Álvarez,
eran cinco; a saber: el infinitivo, el indicativo, el potencial, el subjuntivo
y el imperativo que Dios guarde. Pero se conoce que entre lo políticamente
correcto y la devastación de la ESO, esa pluralidad ha venido empobreciéndose
hasta una indigencia alarmante. La riqueza crítica y ética y hasta poética de
una sociedad debiera calcularse por el número de sus modos; oséase, por las
múltiples maneras de percibir nuestros actos y asumirlos como subjetividad.
Y eso no es lo peor. Lo peor es
que últimamente de tres se nos están reduciendo a dos, como los partidos
políticos. No tienen más que pegar el oído a esta horda analfabética que nos
come los pies para advertir que jamás usan el subjuntivo. Y aún diría que, de
seguir así las cosas, vamos a quedar en el más duro y puro imperativo.
Lástima de subjuntivo porque él
era el modo de la insinuación y la poesía, el del deseo y la singularidad del
alma, el de los buenos modos y el por favor; el modo del corazón, el que
amparaba nuestras ansias y deseos.
Eso, una forma de futuro.
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