La iglesia de Moreda tiene un huerto pequeño junto a la sacristía. Don
Elino es un cura hortelano que no soporta el confesionario. Quiero confesarme,
don Elino –le pides-. Ah, pues vente aquí al huerto conmigo, hijo –te dice-.
Así, mientras yo sacho estas malas hierbas, tú me vas diciendo los
pecados. Con cada pecado que le cuentas,
el cura arranca también una magarza o la raíz maldita de la ortiga. ¿Ves? –te
alecciona- ¿Ves qué limpia que va quedando la tierra? Don Elino no pone
penitencia. Don Elino sulfata los tomates con azufre y se los lleva luego al
diablo que habita la cruz del pararrayos sobre el tejadillo. Y el diablo, que
se llama Cipión, baja al huerto cada noche y se lo abona con su cagalera.
De Habas contadas, 2010
De Habas contadas, 2010
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