I
Cada cual con su alcuza,
las diez vírgenes necias
bajan por las murallas
llamando a los postigos
de todos los difuntos.
Se abanican con grandes
alas de saltamontes
y se muerden las uñas
y se juegan su aceite
con tabas de carnero
aguardando los trenes
terribles del crepúsculo.
¡Ah la vigilia, el ojo
perenne de sus lámparas!
Los difuntos se pintan
sus quijadas de verde
y numeran sus huesos
para cuando las prisas
de las trompetas últimas.
II
Tiberina, la virgen,
ha perdido su lámpara
jugando a la rayuela.
Con tarritos de cera
y sangre de luciérnagas
acuden sacristanes
y hasta seminaristas
con bigotes postizos
que la invitan a tila
de noche en las cantinas.
Y Tiberina escucha
pasar los trenes últimos
de este mundo y se deja
besar bajo la higuera
chumba de la muralla.
III
A la luz de sus
lámparas
las diez vírgenes
bordan
y hacen punto de cruz.
Clérigos con paraguas
suben hasta los púlpitos
a rifar paquetillos
celestes de cenizas
y recitan las listas
de los ricos del mundo.
Las vírgenes
bostezan,
desbaratan el hilo
del camello que bordan
y lo hacen pasar
riendo por el ojo
pequeño de su aguja.
IV
Los difuntos más
pobres
mastican ramilletes
de ortigas todo el año
y agradecen las cajas
de pasas y aguardiente
que Aminta les regala.
El deán, por
noviembre,
les envía frasquitos
con agua de responsos
y ellos se desperezan
con mil santiguaduras
y se enjuagan la boca
cantando gregoriano.
Luego buscan a Aminta
detrás de las chumberas
y pelean por ella
y le ofrecen manojos
que trajeran sus vivos
de grandes crisantemos
y violetas de plástico.
V
Ya tañen las arañas
su violón en el atrio.
¿Qué virgen bailará
con difunto Macario
el de la droguería,
el que lija sus huesos
y se dibuja grandes
mostachos de betún
y suaviza sus manos
con pasta de dentífrico?
Las vírgenes se
peinan
en los espejos turbios
de la gran sacristía
y se pintan lunares
de carmín bajo el luto.
de Bestiario de cabildo. 1984
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