DEFENSA DE LA CIGARRA
La cigarra bien sabe
que insistir en la dicha puede ser
motivo de sospecha. Y se disfraza
de soledad, apenas
si mosca de la sed, ácaro acaso
de las escolanías que no supo
otra miel que el tañido y se recata
por guardarse del asco de sus
vísceras,
su conjunción de larva,
porque un chantre, de niña, le
dictó
la frecuencia del péndulo,
ese salmo en hebreo que repite
cuarenta veces siete que, sin duda,
la virtud del cantor está en su
ausencia.
Las hormigas la ignoran.
Andan sólo al recaudo de la borra,
la minucia del heno
y repasan sus tablas cada noche
de trigonometría
para hacer profesión de su
avaricia.
Que no me venga Forel alabando
la migaja de su misericordia.
Bugnión narró sus guerras,
la ortiga de sus lábaros,
el rezo de su estirpe, la crueldad
con que arrancan sus ojos a las
ninfas
y el diamante terrible con que
tallan
su edad a las esclavas.
Condecorad mejor a la cigarra.
Enmendadle la fábula. Ella sabe
de memoria la cifra de sus élitros,
el sistro de su afán,
la crin en la que tañe
la dicha el estribillo
con que premian los dioses su
abandono.
.
Saquead los graneros en su nombre
y destrozad los ábacos.
No habrá invierno si canta.
De EPIFANÍAS. 2018
De EPIFANÍAS. 2018