La virtud no se forja
mas que contra sí misma.
Yo he bajado por eso al fondo del abismo
y le he puesto mi nombre al fiero minotauro.
El hombre que no baja
de noche al laberinto
nunca será el guerrero que soñó cuando joven.
¡Oh sombra de mi ser, pujanza que presiento
como el aliento tibio que delata la oscura
presencia de la bestia, su torpe humanidad!
Atrévete conmigo,
quiébrate como quiebra
la pezuña el carámbano terrible de la nada
y revélate ajeno con tu mugido, monstruo
recental de mi entraña que abrevas en mis ojos.
Yo te someteré tan
sólo con mi voz.
Te nombraré conmigo y nunca más saldrás
de mí. Sin embestirme, sin obligarme ya
cada noche a esta ley tan ciega del instinto.
De Corambo, 2007
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